MARC JACOBS, la marca de moda, lleva 40 años en el negocio, pero Marc Jacobs, la persona, a sus 61 años, lleva mucho más tiempo soñando con la moda. «¿Sabes que la gente dice que hay que contar ovejas para dormirse? –pregunta Jacobs–. Bueno, yo solía imaginarme doblando mi anhelada camisa roja de pana de Lacoste, poniéndola boca abajo y plegándola en tercios». Imita cómo dobla una camisa, recordando su ritual antes de acostarse cuando tenía 12 o 13 años, cuando vivía en el Upper West Side de Manhattan con su abuela Helen. «Eso era lo que aparecía en mi cabeza. Esa era mi oveja».
Estamos sentados en su despacho blanco del SoHo. Una foto de Jacobs esbelto y desnudo de alrededor de 2009 cuelga de una pared, y frente a ella, en el suelo, apoyada en una estantería, hay una imagen del Jacobs grunge vestido con jersey a mediados de los 90, descansando en una cama con la estilista Venetia Scott y las directoras Sofia Coppola y Zoe Cassavetes. En el centro, el Jacobs de 2024, con un elegante peinado bob, esmalte de uñas plateado, sudadera Carhartt, vaqueros Saint Laurent y zapatillas Nike x Cactus Plant Flea Market.
Cabría preguntarse viendo este tríptico cuál es el verdadero Marc Jacobs. Y eso que estas son sólo algunas de las permutaciones a lo largo de los años. También está el chico de 15 años obsesionado con la moda que trabajaba en la influyente Charivari de Manhattan en los ochenta; está el joven diseñador melancólico capturado en un grabado de Elizabeth Peyton, y el bombástico cachas que hace una reverencia tras presentar una espectacular colección en París para Louis Vuitton, donde ejerció de director creativo de 1997 a 2013, así como el tímido diseñador que se asoma tras un desfile de Marc Jacobs en Nueva York. ¿Es el Jacobs que se vistió de paloma gigante en su fiesta de Navidad? ¿O el que acompañó a Kate Moss a la Gala del Met en esmoquin? Tal vez el verdadero Jacobs es el ratón de biblioteca con collar de perlas que aparece en su Instagram últimamente, hojeando en la casa diseñada por Frank Lloyd Wright que comparte con su marido, Charly Defrancesco, en Rye, Nueva York.
