El majestuoso Castillo Real de Varsovia, testigo silente de los vaivenes históricos del país, trasciende su función meramente residencial. Construido en el siglo XIV, cuando la gran torre se alzó majestuosa, fue la morada de la realeza mancomunada polaco-lituana hasta su ocaso en 1795.
En el corazón de esta plaza, erguida con orgullo, quien, con astucia y visión, convirtió a Varsovia en capital en detrimento de Cracovia, transformando el castillo en un edificio de cinco alas con un patio interior. Fue, entonces, el epicentro de la realeza, donde se forjaron decisiones parlamentarias y se gestó la vida cultural y administrativa del país.