EBLA, ES EL NOMBRE DE UNA ANTIGUA CIUDAD-ESTADO MESOPOTÁMICA, QUE EN VOZ SEMITA SIGNIFICA “ROCA BLANCA”, EN ALUSIÓN AL COMPONENTE CALCÁREO QUE CARAC- TERIZA LA GEOMORFOLOGÍA DE SU YACIMIENTO EN TELL MARDIKH, A 55 KILÓMETROS AL SUR DE ALEPO (EN EL NOROESTE DE LA ACTUAL SIRIA), EN UN ÁREA GEOGRÁFICA QUE LOS HISTORIA- DORES HAN BAUTIZADO COMO MESO- POTAMIA PERIFÉRICA. Sus ruinas, que se extienden unas cincuenta hectáreas (léase campos de fútbol) fueron identificas hacia finales de la década de 1960; aunque de la existencia de Ebla se tenía constancia a través de breves referencias en tablillas cuneiformes, cuya antigüedad se remonta hasta los siglos XXIV-XXIII a C.
Es en inscripciones del Imperio acadio (2334-2154 a.C.) donde figura la primera mención sobre Ebla, como una de las ciudades conquistadas por el mítico rey Sargón (2270-2215 a.C.), mediante la ayuda del dios Dagan (el “hombre-pez” padre de todos los dioses) cuando este incursionaba hacia el “mar superior” o Mediterráneo. Luego sería el nieto de Sargón, Naram-Sin (2254-2218) quien se vanagloriaría de haber destruido esta poderosa ciudad, algo que nadie había logrado antes que él, aunque para ello requiriera la invocación del siempre cruel y sanguinario dios de la guerra, Nergal.