Parece ser que los expedicionarios pretendían, a instancias de Heinrich Himmler, hallar también referencias a Shambhala, un reino mítico que según diversas tradiciones se hallaría escondido en algún lugar más allá de los bastiones nevados del Himalaya, cobijo, quizá, del esquivo «Rey del Mundo», el cual un día, cerca de la perdición –no olvidemos que Europa estaba a punto de enfrentarse al mayor conflicto de la historia– saldrá de su ciudad secreta con un gran ejército para eliminar el odio y comenzar una nueva era dorada de paz y prosperidad –para los nacionalsocialistas, claro, regida por arios–. Pero no adelantemos acontecimientos.
Poco después de su vertiginoso ascenso al poder, el Reichsführer tuvo conocimiento de la existencia de un joven oficial alemán cuyos libros sobre sus arriesgados y poéticos viajes por Asia estaba causando furor en Berlín. Se llamaba Ernst Schäfer y ya había llevado a cabo dos peligrosas expediciones a las lejanas tierras del Tíbet, lugar donde Himmler, siguiendo los trabajos de Madame Blavatsky, entre otros, creía que podrían hallarse los orígenes míticos de su «raza divina», que no obstante, como vemos a lo largo de todo este número de Año/Cero, se buscaron en lugares tan remotos como Escandinavia, la propia Alemania e incluso Oriente Medio.
Consumado cazador, Schäfer fue el primer occidental que abatió a un oso panda (algo que hoy no sería muy loable) y en sus viajes se hizo con especímenes prácticamente desconocidos en Europa que engrosarían los museos de ciencias naturales que comenzaron a edificarse en el siglo XIX. A su regreso publicó varios libros; lo que no sabía entonces es que realizaría una tercera expedición a aquella misteriosa tierra, esta vez completamente alemana, y Alemania, en los años 30, era el reinado del Tercer Reich.
Era ya oficial de las SS cuando Heinrich Himmler, profundamente interesado en su trabajo, llamó a Schäfer para reunirse con él. Corría el año 1936 cuando Ernst, ya subteniente de la Orden Negra, en , su cuartel general en Berlín. Himmler acababa de fundar la y sentía verdadera fascinación por las religiones y la mitología oriental –ver recuadro–.