Lisboa, la ciudad que se despliega como un poema ante los ojos, una sinfonía de jardines y miradores que invitan al deleite de sus maravillosas panorámicas. Una ciudad que se presta a ser observada desde sus numerosos miradores, permitiendo que cada ángulo la abrace y la contemple, porque todo lo que revela es pura belleza. Sus techos de un rojo intenso parecen el dobladillo de un vestido de gala, sus plazas cobijan atardeceres donde el río Tajo se funde en un abrazo con el horizonte, y sus imponentes puentes son testigos de una belleza extraordinaria.
Pasar una tarde o una noche en las terrazas de estos miradores