Las de , las más tradicionales de todas, no son justamente las más eficientes: el rendimiento de una abierta es de apenas un 30%, pero aumenta hasta el 60% si se cierra mediante un o un y hasta el 85% si se trata de un modelo con doble cámara de combustión. Las de , además de presentar una mayor eficiencia (90-95%) y calentar superficies muy grandes de forma rápida y efectiva, no producen emisiones de CO2 y funcionan con el biocombustible del mismo nombre: unos pequeños cilindros prensados procedentes de madera residual, serrines y virutas. En caso de querer climatar de forma homogénea las estancias contiguas al salón, las chimeneas de leña y canalizables te serán de gran ayuda debido a que son capaces de transportar el calor a través de un sistema de conductos. Las de , muy extendidas en Europa, ofrecen un rendimiento en torno al 60% sin generar residuos o humo, ocupan poco espacio, se encienden automáticamente y posibilitan regular el tamaño de la llama y la temperatura (de hecho, algunas incluyen un mando a distancia); las de cámara estanca, a diferencia de las atmosféricas, son más seguras, dado que mantienen inalterado el aire de dentro de la habitación. Otra alternativa para quienes no quieren renunciar al fuego real son las chimeneas de , un biocombustible que se obtiene a partir del tratamiento y fermentación de cereales y otros vegetales: aparte de no requerir instalación, emitir humo y olores ni producir cenizas u hollín, su rendimiento energético es del 100%, puesto que no produce calor residual. Por último, están las . Pese a ser elementos meramente decorativos y de bajo poder calorífico (por eso mismo pueden instalarse fácilmente en cualquier rincón del hogar), cada vez son más realistas: mediante juegos de luces led reproducen el fuego e, incluso, algunas de ellas cuentan con efecto humo generado por la emisión de vapor de agua.
