aldita sea, el aire de Nueva York siempre me hace estornudar!». Un Zyrtec y un caliente para Charlize Theron (Sudáfrica, 1975), que disfruta de una mezcla de café tostado, agua con gas y antihistamínico. Son las cinco de la tarde en Meatpacking, el antiguo distrito gastronómico de la Gran Manzana, y como para subrayar los orígenes del sitio, la actriz me invita a sentarme con ironía: «No te preocupes, no muerdo». Ofrece una tranquilidad engañosa, porque ella posee un ingenio mordaz, un celo inteligente y una dialéctica notable. Es difícil sorprenderla. El encuentro tiene lugar en la nueva Breitling, la 36 y 32 mm, una reinterpretación femenina del modelo de culto de la marca. La nuestra es una conversación sobre el tiempo, un tema que sirve para romper el hielo, pero que, si se aborda de la forma adecuada, puede alcanzar profundidades insospechadas. Se trata del tiempo de la vida, de la maternidad, de la feminidad, del que se reserva para uno mismo, del que falta y del que está por venir. Vestida de seda y con un corpiño de perlas, una diva comedida que se presenta a la prensa con el mismo que lucirá tras la puesta de sol en una fiesta en el Hudson, en el Classic Car Club Manhattan. El tiempo de la actriz no ha hecho más que empezar.
La hora de CHARLIZE
Oct 20, 2023
3 minutos
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