l pintar las paredes, los tonos neutros y claros (por ejemplo, el beige, el gris: un color a medio camino entre los dos anteriores) siempre son un acierto porque potencian la sensación de relax. Lo mismo sucede con los azules y verdes suaves, dos alternativas visualmente relajantes que evocan a la naturaleza. El blanco también cumple esta función, pero para contrarrestar su frialdad incorpora elementos cálidos de madera o fibras naturales y, por supuesto, juega con la ropa de cama y otros complementos. Esto no significa que haya que renunciar a las tonalidades más intensas o arriesgadas: una pared de acento (la del cabecero, por ejemplo) puede convertirse en un interesante punto focal para la estancia. En cuanto al papel pintado, evita saturar el espacio revistiendo las cuatro paredes con motivos excesivos o en tonos estridentes.
Equilibrio tonal
Sep 22, 2023
0 minutos
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