EN MAYO DE 1776, MIENTRAS GEOR- GE WASHINGTON DEFENDÍA NUEVA YORK DEL ASEDIO INGLÉS, LOS REPRESENTANTES DE LAS COLONIAS EN EL SEGUNDO CONGRESO CONTINENTAL TOMARON UNA DECISIÓN IRREVERSIBLE: SEPARARSE DE LA GRAN BRETAÑA. Con la intención de justificarse ante sus compatriotas y ante el mundo entero llegaron a una conclusión: publicar una proclamación solemne, cuya elaboración quedó a cargo de un comité de cinco representantes. Se trataba de la Declaración de Independencia, redactada en lo esencial por Thomas Jefferson y aprobada el 4 de julio de 1776, que sintetizó para los anales de la historia los principios de la Revolución americana.
Fue firmada por los representantes de las 13 colonias que tenía Reino Unido en la costa este de América del Norte (de norte a sur eran: Massachusetts, Nuevo Hampshire, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia).
Revolucionarios de todo el mundo leyeron con avidez su párrafo inicial: “Sostenemos que las siguientes verdades son evidentes; que todos los hombres son creados iguales; que Dios les ha dotado de algunos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que los gobiernos se han erigido para