El agua que le había dado todo también habría de quitárselo. Nacido en una familia numerosa, Webb, hijo de un cirujano, tuvo siempre un espíritu aventurero. Desde los siete años nadaba en las fuertes corrientes del río Severn, el más largo de Gran Bretaña. Su habilidad no era común: incluso entre los marinos Victorianos muchos apenas sabían flotar, pero Webb supo sacarle provecho.
Ávido de aventuras, pronto se hizo a la mar y, mientras se desempeñaba como segundo oficial a bordo del Russia, navío que iba de Nueva York a Liverpool, un hombre cayó