Comenzó en Estados Unidos como un rumor a partir de una oscura nota periodística publicada en junio de 1947: un experimentado piloto de nombre Kenneth A. Arnold volaba a bordo de su avioneta hacia un festival aéreo en el noreste de su país y afirmó observar un grupo de aeronaves extrañas que volaban en formación militar a gran velocidad. Lo curioso fue que, de acuerdo con su descripción, acompañada de una ilustración que él mismo hizo, aquellas naves tenían forma de medialuna, similares a un croissant o un boomerang. Sin embargo, la crónica de los periódicos terminó describiéndolos con la silueta redonda propia de un “disco” o “platillo”. En cuestión de pocos años, los avistamientos de tales aeronaves misteriosas se multiplicaron por el vasto territorio estadounidense con la misma silueta que dictaban los periódicos y revistas de ciencia ficción. Conforme crecía el interés de los medios y el público, lo que ciertos testigos aseguraban ver comenzó a tener formas muy distintas, pues ya no fueron discos aéreos: tomaron los perfiles más diversos y extraños que desafiaban las normas de la aerodinámica con-vencional. Desde puntos de luz con maniobras desconcertantes hasta cilindros gigantes estáticos. Entonces ocurrió que, aun-que estos aparatos parecían tener una especial predilección por los cielos de Estados Unidos, poco a poco empezaron a reportarse casos aislados en territorios de Europa occidental y algunos en Sudamérica.
El problema desde entonces es que, a 75 años de distancia, las evidencias fotográficas o de video, por más espectaculares que puedan parecer y a pesar de la avanzada tecnología de visualización con la que se cuenta, en la gran mayoría de los casos no son lo bastante claras.
El telescopio espacial puede brindamos imágenes con excelente resolución de cúmulos estelares lejanos y la órbita terrestre está cubierta por satélites de observación con. Capacidades únicas, pero ninguna observación ha logrado capturar