¿Has escuchado la palabra serendipia? Así se llaman los hallazgos valiosos que se producen de manera accidental o casual. Hay descubrimientos o inventos que fueron una serendipia, por ejemplo:
Cuando el ingeniero eléctrico George de Mestral caminaba por los Alpes suizos, se le pegó al pantalón una de esas semillas con espinitas que en México llamamos “viudas” y, al observarla, se dio cuenta de que podía ser muy útil ¡e inventó el velcro!
Y cuando el ingeniero Percy Spencer construía magnetrones –los mecanismos principales de los radares–, después de poner a prueba uno notó que un chocolate que llevaba en el bolsillo se había derretido. Lo probó también con palomitas de maíz. Tras observar lo ocurrido y cómo aplicarlo, así surgió el horno de microondas.
Bien, pues de ese tipo de descubrimientos por accidente o por error no te vamos a contar esta vez (ja, ja, ja), sino de los que ocurren de manera inesperada, es decir,