Noble CORTIJO
l tiempo no le había quitado su porte aristocrático pero sí la había maltratado. Así encontró El Rosalejo la interiorista Elvira Manrique de Lara la primera vez que puso un pie en esta hacienda gaditana levantada en el siglo XVIII. "Había perdido solemnidad, y en el interior, todo lo relacionado con la decoración era caótico, no guardaba ningún sentido de la estética, ni . "No había un salón pero sí los cuartos de aperos y de almacenaje de la aceituna, que convertí en este espacio". Descubrió que las últimas generaciones habían bajado los techos a poco más de dos metros cuando en realidad superaban los cuatro y los mantuvo dotándoles de bóvedas de cañón, arcos apuntados y nuevas molduras que potencian su espíritu historicista, reinventó los suelos con juegos de barro, mármol envejecido y piedra caliza inspirados en los palazzos italianos, incluyó vidrieras que ella misma inventó y por su formación como restauradora especializada en pintura sumó juegos cromáticos a las paredes con azules cobalto y barro que refrescan el blanco habitual y albero del exterior, propio de estas casas del Sur, añadió porches y comodidades contemporáneas como un spa o sala de cine para los huéspedes que se alojan en las siete habitaciones que un nuevo pabellón o la casa del guarda, que es una villa independiente con piscina propia. Los dueños se han reservado una zona privada para su disfrute familiar e íntimo, una sección a la que se accede desde el nuevo salón, y que se sitúa en el ala sur.
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