Violeta Friedman, la activista antinazi
acida en 1930 en una familia judía de Transilvania, entonces territorio húngaro y hoy rumano, Violeta fue a parar a Auschwitz. Por orden de Josef Mengele, “el publicó una entrevista con Léon Degrelle, exjefe de las SS belga afincado en España, en la que ponía en entredicho la existencia de cámaras de gas. “Si en la actualidad hay tantos judíos, resulta difícil creer que hayan salido tan vivos de los hornos crematorios”, osó declarar. Violeta lo demandó con la ayuda de la B’nai B’rith, asociación internacional contra la discriminación. A él, al periodista Juan Girón, autor del reportaje, y a Julián Lago, director del semanario. Fueron absueltos, pero ella no se cansó de solicitar que se reconociera su derecho al honor. Su persistencia dio fruto en 1991: el Tribunal Constitucional falló a su favor con base en los artículos 16 y 20 de la Constitución Española, según los cuales ni la libertad ideológica ni la libertad de expresión comprenden el derecho a realizar manifestaciones racistas o xenófobas. Pese a todo, en más de una ocasión Violeta declaró que España había sido “un paraíso” para los criminales nazis. Degrelle, sin ir más lejos, fue nacionalizado español por adopción gracias a la mediación del entonces presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro.
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