AUNQUE EL MODELO DE CASINO “EUROPEO” parece desaparecer, imposible olvidar que las apuestas no saben de crisis y recientemente lo vemos en la popularidad de sus opciones online, crecidas de forma espectacular gracias a la pandemia. El viaje entre lo real y lo virtual, entre fichas y criptomonedas, de Montecarlo a Macao pasando por Las Vegas, San Remo y más. Hemos llegado a ese mundo digital e inmersivo en el que también se centra Mark Zuckerberg, el metaverso donde todo será posible, para bien y para mal.
Cócteles de martini, crupiers de frac, damas y caballeros con elegantes trajes. Jugar a la ruleta con un cigarro en la boca y mesas reservadas con apuestas exorbitantes listas para ver el amanecer. Dados y papas fritas. Póquer y blackjack. Excitación febril y desesperación abrumadora. El imaginario colectivo de los casinos –entre el lujo y la lujuria– choca con la realidad mucho más prosaica de hoy en día, compuesta por estados financieros en crisis y agotados que pasan la noche barajando. En Montecarlo, el Sun Casino ha cerrado sus puertas, en Sanremo se han reducido los horarios de servicio, mientras que en San Vicente (Valle d’Aosta) siguen intentando restablecer los presupuestos tras recortar un tercio de sus empleados. El Gran Casinò della Vallée –el “europeo” más grande de la década de los 80– ilustra cómo las cosas han cambiado drásticamente a lo largo de los años: la clientela ya no es aquella de la Belle