Flacos, altos y juntos, Toribio y Alcira atraviesan los tiempos, las geografías y los estilismos con la más atildada de las elegancias: la dignidad. Erigidos desde el diseño exquisito y la nobleza autóctona del algarrobo a través de la factura sublime del artesano Renzo Galiano, tomaron la forma estilizada de dos tronos nativos. Los guió hasta allí la evocación afectiva de un nieto diseñador, que sabe transitar con particular solvencia esa huella cultural que funde a las personas con los paisajes, sus materialidades y las destrezas para domarlas. Porque ese itinerario, Cristian Mohaded lo comenzó de niño, a la vera de esos abuelos norteños, humildes, y de otra abuela más.
Así, hablando su propio lenguaje, desembarcaron en el Palacio Errázuriz, enclave histórico de aristocracia europeísta y el espacio aunque lo hacen con discreción, desde la singularidad de un encuentro maduro entre proyecto y artesanía local, entre pasado histórico y contemporaneidad.