DESAFÍOS DE LA METEOROLOGÍA
“Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, le dice Don Hilarión a su amigo Sebastián en el primer diálogo de La verbena de la Paloma. Aunque conversan sobre las bondades de los medicamentos y la acción se sitúa en el Madrid castizo de finales del siglo XIX, la frase no ha perdido validez y se puede extender actualmente a cualquier disciplina científica. La popular zarzuela, con música del maestro Tomás Bretón y libreto de Ricardo de la Vega, fue estrenada en 1894, casi a la vez que iniciaba su andadura la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), llamada por aquel entonces Instituto Central Meteorológico. En aquellos momentos, la meteorología estaba en pañales, aunque empezaba a reivindicar, poco a poco, un espacio independiente dentro de las ciencias a las que aludía el famoso boticario de La verbena de la Paloma.
Tras una larga etapa inicial, en la que su desarrollo se basó exclusivamente en el empirismo y la especulación, terminó integrándose dentro de la física, pero no fue hasta bien entrado el siglo XIX cuando empezó a caminar sola. La disponibilidad de un número creciente de observaciones sobre el clima, tanto en la superficie terrestre como en distintos niveles de la atmósfera, en paralelo –ya metidos en el siglo XX– al establecimiento de los fundamentos teóricos de la predicción numérica del tiempo y a la ejecución de los modelos de circulación general atmosférica por parte de los ordenadores, dio el impulso definitivo a
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