UNA AVENTURA ARRIESGADA
a Edad Media fue una época oscura y áspera para casi todos, pero extremadamente interesante desde nuestra época bimilenaria, en la que cualquiera puede cubrir grandes príncipes, obispos y grandes aristócratas podían hacerlo en carruajes y escoltados por jinetes armados, pero sus viajes discurrían por los mismos caminos, sendas y trochas que pateaban los labriegos y los mendigos. Las lluvias y las nieves también les obligaban a ellos a abandonar las vías inundadas o embarradas y los grandes calores a recorrerlas solamente en las horas más frescas del día. Las pernoctaciones se hacían a menudo al aire libre, lo que, si bien durante el verano podía resultar incluso agradable, no lo era en absoluto cuando lluvia, hielo, nieve o viento lo convertían en una pesadilla (la edad del viajero tenía mucho que ver en eso). Además, era peligroso, porque en algunos territorios no faltaban los merodeadores capaces de degollar sin muchos reparos a los durmientes en el borde del camino y apoderarse de su bolsa, ya estuviera llena mediada o casi vacía. Los más temibles eran los lugares próximos a las estaciones de partida, donde se hallaban las bolsas mejor dotadas, mientras que en los alrededores de las zonas de llegada los caudales de los viajeros se encontraban por lo general bastante más mermados.
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