EL ENIGMA DE PRINCE
ES LA NOCHE HELADA DE UN SÁBADO DE NOVIEMBRE EN 2015 y estoy afuera de lo que parece una propiedad industrial en un suburbio anodino de Minneapolis llamado Chanhassen.
Por la reja de alambre alcanzo a ver Paisley Park, las oficinas centrales de Prince desde 1987. Albergan un estudio de grabación, dos salas de conciertos –una enorme y otra íntima, del tamaño de un club nocturno– y The Vault, el almacén semimítico que resguarda la impresionante colección de música que Prince nunca se dignó a publicar en vida: según se dice contiene, literalmente, miles de canciones. También es donde dentro de seis meses morirá a los 57 años de una sobredosis de fentanilo –opioide analgésico entre 20 y 50 veces más potente que la heroína– que lo dejará seis horas desplomado antes de que lo encuentren sin vida.
Sin embargo, en noviembre de 2015 esto es un futuro inconcebible. Prince está vivo, al parecer muy sano y comportándose tal como uno esperaría: a partir de una peculiar lógica interna que tiene perfecto sentido para él, pero es por completo desconcertante para el resto del mundo. Hay otros cuatro representantes de la prensa europea en la entrada, asomados a la reja, y nadie tiene idea de por qué estamos aquí. Nos convocaron porque, al parecer, Prince “tuvo una lluvia de ideas antier en la madrugada” y requirió nuestra presencia.
Nuestros jefes estuvieron de acuerdo y aquí estamos, entrando escoltados a Paisley Park, en donde las cosas están por ponerse aún más raras. Desde fuera no impresiona y no se parece nada a la utopía musical que describe la canción homónima, según la cual niños juegan y ríen en sube y bajas y “no hay reglas”; parece más una tienda de Ikea. Pero dentro, todo cambia. Paisley Park es una locura. El símbolo por el que en 1993 cambió su nombre (una fusión de los emblemas de género masculino y femenino), está en todas partes: cuelga del techo, está pintado en bocinas y consolas de mezcla de audio, incrustado en el piso y en letreros neón que iluminan habitaciones. Hay murales francamente espantosos que retratan al propietario del estudio con varios colaboradores ilustres. Hay una habitación iluminada con luces ultravioleta, pinturas resplandecientes de estrellas y planetas que cuelgan de las
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