el lienzo perfecto

Ese día el tráfico en Nueva York era terrorífico. Llegaría tarde a la cita, así que decidió ir caminando hasta el Rockefeller Center. El ruido de sus tacones al llegar a la sala hizo que todos los asistentes giraran su cabeza. Allí estaba ella, la flamante editora de moda Carmel Snow. Era la primavera de 1934 y acababa de firmar uno de los contratos más importantes de su carrera –y de su vida–, la de de una, por entonces, denostada y ‘moribunda’ HARPER’S BAZAAR. Sus ansias de renovación eran infinitas y por eso acudió a aquella