Albert Obrist
EN LA PEQUEÑA localidad de Feutersoey, a unos 6 kilómetros de Gstaad, rodeada de los Alpes suizos, lejos del mundanal ruido y de la mirada de los curiosos, existía una de las mejores colecciones de Ferrari del mundo. Albert Obrist es un industrial suizo corpulento, con aspecto de campesino que hizo fortuna con la invención de unos ingeniosos tapones para bebidas que durante tres décadas le aportaron ganancias calculadas en varios centenares de millones de francos suizos. Si esta afición pudiera parecer suficiente para cualquiera de los mortales y sus fortunas, Albert tenía otra afición en la que gastaba parte de su patrimonio sin reparar en gastos: la restauración de barcos de vela.
La pasión
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