La locura del emperador
LA GRAN NOTICIA del 2018 (y vaya que hubieron grandes noticias en el mundo de los relojes) fue algo que se había mantenido bajo secreto: el cierre del departamento de Relojería Fina de Cartier. En perspectiva, deberíamos de haberlo visto venir: Cartier había disminuido su producción de increíblemente complicados diseños de relojes, para enfocarse en revivir los viejos favoritos Tank y Panthère, reforzando así su nueva colección Drive de Cartier.
La casa francesa de joyería emprendió su trayecto en amplificar sus ambiciones horológicas en el año 2000, cuando comenzó a comprar manufacturas y material para la fabricación de fue el Ballon Bleu Flying Tourbillon, una fuerte salida de los intentos fallidos de la marca en años anteriores. Para empezar, era un reloj enorme con 47 mm, en línea con los relojes muy grandes de aquella época. Combinado con una estética llena de testosterona con complicaciones (función adicional en un reloj distinta a la indicación de la hora, los minutos y los segundos) “masculinas”, fue el primer paso para probar la legitimidad de Cartier para hacer relojes.
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