UNA GOTA EN EL OCÉANO
Viajar en un hidroavión por encima de las Maldivas es como ver una pintura de Jackson Pollock por primera vez; el exquisito azul celeste del océano aparece como un lienzo fusionado con salpicones y manchas de arrecifes semisumergidos, e islas que destellan con un brillo similar a las resinas. El catálogo más completo de colores de Pantone fallaría en identificar todas las variedades de azul que existen aquí, desde las profundidades turquesa de los perímetros de los arrecifes hasta las olas aguamarinas golpeando las costas y la arenas blanquecinas. Es un paraíso terrenal, y a pesar del exorbitante precio ligado a una estancia de varios días, la gente no deja de visitarlo.
El año pasado, el país registró 1.2 millones de visitantes incluso existan es remarcable. Son diminutos, están expuestos arbitrariamente aunados a las islas, que pueden ser tan pequeñas y tener solamente 100 metros de diámetro, a la mitad del océano Índico, sin un solo recurso natural (aunque los locales podrían argumentar que los cocos sí cuentan como uno). Ahora, considerando los gustos exóticos de los huéspedes, este lugar se vuelve cada vez más impresionante. Por ejemplo, cuenta con un suministro constante de Château Pétrus, por visitas sorpresa de Leonardo DiCaprio y 25 modelos de Victoria’s Secret (esto ocurrió en realidad durante mi estancia en Kihavah).
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